martes, 13 de mayo de 2014

Seminarios Internos - CES - Ariel Lugo: La construcción de la identidad de los jóvenes. Entre lo político y la democracia por venir.

La construcción de la identidad de los jóvenes
entre lo político y la democracia por venir

Lugo, H. Ariel

La construcción de la identidad de los jóvenes y su relación con lo político y la democracia, son temas que se abordarán en el escrito, para intentar profundizar esas relaciones-tensiones, desde una construcción social como es la juvenil y su injerencia y presencia en la construcción de lo político.   
El presente trabajo busca relacionar algunos puntos de propuestas teóricas con ciertos estudios empíricos sobre lo político y la juventud. En este sentido, se dividirá en tres partes: I. La propuesta de Mouffe sobre la diferenciación entre lo político y la política para focalizar si se da en la práctica de los jóvenes. II. La cuestión de la construcción de la identificación y la representatividad, desde Freud, de los jóvenes. III. La postura con respecto a la democracia y su posibilidad imposible de realizarla, según la teorización de Derrida. Los textos utilizados como fuentes primarias son: En torno a lo político de Mouffe, Psicología de las masas y análisis del yo de Freud, Canallas. Dos ensayos sobre la razón de Derrida, Juventud y participación política. Más allá de la sorpresa de Borobia, Kropff y Nuñez, La participación de las juventudes hoy de Rossi y La construcción subjetiva y social de los adolescentes de Firpo.  
  
I.                    La visión agonista de lo político
Chantal Mouffe defiende una postura agonista de lo político, donde lo fundamental es la relación-tensión entre adversarios y es ésta relación la que posibilita la democracia y no como determinados autores, entre ellos Jürgen Habermas, que el sostenimiento de la democracia se daría con la eliminación de los adversarios y con ellos los conflictos, que se resolverían con alcanzar el consenso universal, por intermedio del diálogo. Sostener esto es simple y llanamente eliminar lo propio de la democracia, como es entendida por Mouffe.   
Para comprender la postura de Mouffe, es necesario iniciar por la diferencia que realiza entre “lo político” y la política.
…“lo político” como la dimensión de antagonismo que considero constitutiva de las sociedades humanas, mientras que entiendo a “la política” como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político.[1]
Se trata de “lo político” como sustento de “la política”. Lo político es el ámbito de las reflexiones sobre la política, pero ambos “campos” son fundamentales e indisociables para alcanzar una visión novedosa sobre las propuestas en lo político que se intentan plasmar en la política. Es oportuno señalar que para estudiar la injerencia de los jóvenes en la política, es absolutamente necesario, centrarse en lo político para poder percibir ciertas prácticas que desde una visión adultocéntrica no se percibirían como políticas. Los jóvenes por participar de formas no tradicionales de hacer política, se considera que no tienen un pensamiento político o que sus acciones están desligadas del mismo.[2]     
A entender de Mouffe, la mayor dificultad con la que se enfrenta la actual democracia reside en la incapacidad de la propuesta racionalista de comprender que es crucial la existencia de puntos divergentes para la existencia del pluralismo democrático y que todo intento de eliminación del mismo atenta directamente contra la constitución de la democracia. El agonismo, es “el” rasgo troncal para el mantenimiento de la democracia. En relación a esto, Wolanski sostiene esta dicotomía bien marcada entre jóvenes y adultos, en el caso que analiza, y como éstos últimos veían como prácticas no políticas a las acciones de los primeros, como así también las propuestas de participación de los mayores no se adecuaban a los intereses de los jóvenes.[3]   
En los textos analizados, surge ésta posición agonista (no en todos, ya que en muchos casos se puede ver una construcción antagonista, más cercana a Schmitt) de los jóvenes que se posicionan como sujetos con potencialidades y capacidades propias y plenas, y no como meros sujetos en transición a la adultez.[4]    
El consenso racional al que aspira Habermas, no puede integrar a todos, ya que siempre se verán personas excluidas en ciertas decisiones. La decisión, como la comprenden Derrida y Mouffe, es el momento de lo indecidible, el momento de la locura, donde se decide y cada decisión trae consigo exclusión de aquellos que no han sido incluidos en esa decisión. Al decidir, al aspirar a la justicia, siempre se sería justo con algunos, e injusto con otros.
La democracia por venir es un comprometerse con la promesa de una democracia que ““puede llegar a advenir”[5], y no que habrá una futura democracia. Derrida sostiene que eso no es utopía, pues ocurre aquí y ahora, es apertura al futuro. La deconstrucción posibilita que se tome en consideración que no se puede alcanzar un consenso absoluto, es decir, que toda decisión[6] trae implícita una exclusión; por ello, la deconstrucción exige poner en práctica constantemente la pluralidad y la democracia. Elegir es excluir y por lo tanto, jamás se logrará una decisión óptima en el terreno político, ello lleva a que continuamente la democracia exija, que siempre esté por venir y nunca se dé satisfactoria y plenamente. Todo consenso se establecería como un momento de estabilidad, de lo que es por esencia inestable. Esa es la “hiperpolitización” de la deconstrucción, no se puede llegar a resolver la indecidibilidad de todas y cada una de las decisiones que se adoptan.[7] La democracia que siempre está por venir, exige que se la replantee a cada instante, es decir que cuando se realiza, a la vez se autodestruye, exigiendo su replanteo una y otra vez, sin poder eliminar la indecidibilidad y sin dejar de democratizar. Es interesante lo que sostiene Firpo, vinculado con el planteo de Derrida, sobre los jóvenes Coriolanos (en alusión a un personaje de Shakespeare) que cuestionan la política de su época que tiende a la desubjetivación, en contraposición proponen un participación responsable y no a la despolitización.[8]
La responsabilidad y la decisión son indecidible y estas son infinitas. Toda decisión que se lleve a cabo debe ser bajo una responsabilidad infinita hacia el otro, si la responsabilidad fuese medible, no sería responsabilidad. La responsabilidad es infinita, porque es infinito mi compromiso con cada singularidad. Pero cada decisión a favor de una singularidad, implica dejar de lado o tomarla en detrimento de otra singularidad. “La indecidibilidad sigue habitando la decisión y esta última no se cierra ante la primera. La relación con el otro no se cierra en sí misma, y esto es así porque hay historia y porque uno trata de actuar políticamente.[9] La indecidibilidad no es un momento que se pueda superar, sino que por siempre permanecerá en toda decisión, volviendo imposible toda decisión plenamente satisfactoria.                               
Este planteo de Derrida se ubica en el centro de la propuesta de Mouffe, aunque con diferencias. Mouffe considera que se debe politizar la democracia por medio del reconocimiento de posturas, irreductibles, adversariales. Pero esto no conlleva que el diálogo quede al margen y que no se procure constantemente, sino que ningún diálogo podrá eliminar jamás la conflictividad que “hace” democrática a la democracia. Pero esa conflictividad que es propia de la política no es un antagonismo donde no hay base común en la que se sustenta el diálogo, sino que es un “agonismo”[10], donde cada oponente es reconocido legítimamente por el otro, aún a sabiendas que no se puede arribar a una solución racional del conflicto. Por ello, la propuesta de Mouffe es alcanzar a transformar todos los espacios antagónicos en agonísticos.[11] No es posible eliminar al adversario, sin eliminar con él a la democracia.
Lo que permite el modelo agonista, es la canalización real de conflictos, no quedando en la mera disputa, donde cada cual mantiene su posición y considera al que mantiene una posición distinta como un enemigo, tornándose en una lucha de intereses individuales. En la visión agonista el disenso es atendido, siendo una verdadera oposición, y no una simple expresión violenta, por no poder canalizar sus reclamos, como en el modelo antagonista. Mouffe sostiene un “consenso conflictivo”, que es la aceptación ético política de la libertad y la igualdad de todos, pero no se establece consenso en lo referente a la interpretación de los mismos.[12]

II.                  Representación e Identificación
Derrida[13] se cuestiona si es que realmente se sabe de lo que se habla cuando se habla de representación. Cuando se dice representar, ¿Qué es lo que se representa? ¿Quién representa a quién? ¿Qué lleva a representar a otro? ¿Por qué se delega el poder de decisión y se envía a un representante? ¿Puede alguien, realmente, representar a otro?
Con estas preguntas, no me refiero a legitimidad o ilegitimidad, sino que lo planteo desde un punto de vista filosófico. Ya que los representantes del pueblo están amparados en la legalidad de los medios para alcanzar el lugar que ocupan. Pero más allá de esto, se puede sostener que alguien representa o que es representado por otro.
En política, se puede decir que alguien representa a otro porque esa fue una decisión, donde se delega el poder de representarse a uno mismo, en otro. Se representa lo que se ausenta. La representación cumple su función, representando lo que no está. La representación es traer al presente lo que ya no es. Se puede apreciar la importancia de la representación, ya que el representado se da en la representación del representante, pero el primer no está y está, en esa representación, a un mismo tiempo.
Derrida[14] plantea la cuestión de lo que no es posible representar, lo irrepresentable y lo irrepresentado. Se intentaría una representación de lo irrepresentable, ya que no daría una representación en plenitud. Toda representación es una representación deficiente.[15] Podríamos realizar las siguientes preguntas: ¿Qué lugar ocuparían? ¿Dónde se los situaría? ¿Cómo saber de ellos, si nadie los representa? ¿Cómo representarlos, si no eligieron ser representador por nadie?
Cuestiones estas que atañen muy de cerca a lo político. Las personas que están por fuera de la sociedad por no pertenecer al sistema de producción, de consumo, de política, etc. Las personas que no están representadas porque a nadie interesa representarlas, porque ellas, quizás, no desean ser representadas por nadie. Esa gran cantidad de personas por no tener una forma de representación son excluidas de la participación en las decisiones que se toman y las que las afectan. Esta gran masa se halla descreída de las representaciones, se halla exentas de toda motivación en participar en algo que considera no la atañe. Se mueve en un nivel en el que la representación o identidad han perdido todo interés. En este sentido se podría hacer una analogía, salvando todas las diferencias con lo que Karl Marx[16] llamaba el lumpemproletariado, estos colaboran en la eternización de la clase dominante en el poder (burguesía, para Marx), ya que no tienen conciencia política. Para los detentadores del poder es una comodidad contar con esa masa amorfa que colabora, con su desinterés, en la perduración de ellos en el poder.
Pero por otro lado, los que están dentro del andamiaje social y que poseen representantes, no son representados en plenitud, ya que el representante nunca representa totalmente al representado. La paradoja de esto es que los que no tienen representantes no están representados, pero los que tienen quien los represente, tampoco alcanzan a ser representados. Es posible observar esto en las continuas muestras de insatisfacción de los representados hacia sus representantes. Se produce así una representación que no representa.
Relacionado con el tema de la representación, surge la cuestión de la identidad. No se halla representación o esta nunca es plena, porque no hay un sentimiento de identidad con aquello o aquel que los representa. Al producirse una representación no representativa, se busca constantemente algo con que identificarse, quién o qué los identifique.
Pero la identidad es una tarea imposible, ya que esta nunca se produce de una forma plena. Es por ello, que Lacan[17], siguiéndolo a Freud[18], va a hablar de identificación y no de identidad. La identidad nunca se produce, sino que se da un proceso constante e interminable de identificación. Ya que el sujeto para Lacan es un sujeto signado por la falta y esta última por siempre lo conducirá a buscar identificarse pero nunca a alcanzar esa anhelada identidad. Sólo hay identificación y nunca identidad. Este sujeto que siempre buscará la identidad, pero esta nunca será alcanzada, por ser su condición misma la imposibilidad. Hasta cierto punto esto es un lugar de coincidencia entre Derrida y Lacan, pero solamente hasta cierto punto.[19]
La identificación en el caso de los jóvenes se podría problematizar aún más por el hecho que siempre es planteada, si bien nunca se logra una identificación perenne, como un lugar marcado por la transitoriedad.[20] Sobre este punto coincide Rossi, al sostener que la participación juvenil no es un fin en sí misma, sino un lugar de tránsito, como tampoco es posible habñar de identidades “fuertes”, en sentido de englobar a una heterogeneidad de sujetos, en una misma identidad.[21] Asimismo, los jóvenes procuran correrse del lugar asignado por la identidad, que no los identifica, impuesta por los adultos. Estos procesos dados en los jóvenes se deben interpretar desde lo político y no como procesos de rebeldía sin causa a las visiones impuestas por los adultos. Aquí se puede introducir el concepto de liminalidad que utiliza Firpo[22] para caracterizar a la adolescencia, ya que es una zona ambigua de márgenes movedizos donde se construye la identificación y autonomía de los sujetos. Situándose en una indeterminación con respecto a la dependencia/autonomía con respecto al mundo de los adultos. Esto se puede comprobar en ciertas prácticas políticas que buscan independizarse de los adultos, pero continúan buscando el reconocimiento de los mismos.[23] Rossi, coincide sobre éste punto con Firpo.[24]       
Lacan al sostener que el sujeto no es idéntico a sí mismo, no es un ego consciente, como ya lo postulara Freud, ¿qué hay, en el lugar de ese sujeto que se sostenía desde la modernidad? Lo “esencial” en el sujeto no se da en el ámbito de la representación, ni siquiera si esta es de sí mismo. El sujeto se estructura en base a la escisión, a la Spaltung propuesta por Freud.[25] Relacionado con éste punto, Poliszuk sostiene que el proceso de construcción de identidades en los jóvenes como un sistema de representación sustentado en la codificación de diferencias que busca visibilizarse socialmente.[26] La identificación en plano político, que es lo que interesa, se va perfilando en ese espacio de diferenciación e identidad. Así, se puede percibir lo antagónico y agonístico en ese proceso de identificación.   
Esto es fundamental para comprender el ámbito de lo político, ya que en él, siempre se buscará la identidad por parte de los representados con aquellos que los representan, pero esto será una empresa imposible desde el origen. Y justamente es esto lo que mantiene a lo político vivo y en constante movimiento. Stavrakakis se expresa de la siguiente manera:
La identidad sólo es posible como una identidad fracasada; sigue siendo deseable justamente porque es esencialmente imposible. Esta imposibilidad constitutiva es la que, al hacer imposible la identidad completa, hace posible la identificación, si no necesaria.[27]
De producirse la identidad y la representación plenas, lo político desaparece. La no-identidad y la no-representación, posibilitan que se hable de ese proceso de identificación y de representación constante. La imposibilidad de alcanzarlas es lo que las hace posibles.
El sujeto signado por la falta busca una representación e identificarse con algo en lo político, en lo social, para paliar esa falta, que no desaparecerá jamás, que retornará una y otra vez, para recordarle su presencia-ausencia e instigarlo a una búsqueda interminable.

III.                La democracia por venir
Derrida en su libro Canallas (que son dos extensas conferencias dictadas en el 2002) aborda la cuestión de la democracia por venir. Lugar de posibilidad-imposible, pero no un lugar utópico al cual se debería arribar, tampoco una Idea reguladora en el sentido kantiano, ni un concepto limitado y limitante de los que actualmente se sostienen sobre lo qué es o debería ser la democracia.[28] La diferencia que existe con respecto a la Idea reguladora es:
1)      La democracia por venir debe permanecer en el ámbito de lo im-posible más allá de las posibilidades de realización, más allá de toda previsibilidad y en tanto imprevisible no se lo puede idealizar. “Este im-posible no es pues una idea (reguladora) ni un ideal (regulador). Es lo más innegablemente real que hay.[29] No se presenta como un horizonte al cual dirigirse. 
2)      En la democracia por venir es imprescindible la responsabilidad por la decisión y es por ello que no podría ser regulada por una Idea, quiere decir, decidir genuinamente es no solamente aplicar o seguir una regla. Seguir una regla anularía toda decisión que sería tomada de antemano. Toda justicia y responsabilidad quedarían anuladas ante la anulación de la decisión. 
Esto se percibe en los estudios analizados, ya que las formas que se optan para encarar lo político, no tienen que ver con los canales tradicionales que le son impuestos, sino por formas novedosas. Los jóvenes no se alinean pasivamente en lo tradicional, sino que rompen con ello, para poder verdaderamente expresarse y decidir.   
3)      De adoptar la Idea reguladora kantiana habría que aceptar toda la arquitectónica por él propuesta, y Derrida no está convencido de esa adopción al pie de la letra.[30]
Si la democracia por venir se aleja de la Idea reguladora de Kant ¿qué es? ¿Cómo concebir la democracia por venir, si aún no ha arribado pero tampoco es una Idea la cual se pueda alcanzar?
Derrida plantea en algunos puntos un atisbo de lo que la democracia por venir “es” y las condiciones de posibilidad-imposibilidad de ella:
a)      requiere una militancia política que sea crítica y constante para eludir todas las presentaciones que se exponen a la democracia como algo alcanzado y que se da plenamente. Basta una somera mirada alrededor para constatar que la democracia no es algo de hecho. La democracia es el único sistema que se arroga el poder de criticarlo todo de forma pública, incluso el concepto mismo de democracia, esto es al mismo tiempo una de sus mayores virtudes y donde radica su fragilidad.
Es posible apreciar en gran cantidad de los casos estudiados, en los textos que se analizan, una búsqueda de los jóvenes por trocar la sociedad y la realidad en la que están insertos. Los jóvenes buscan hacer política diferenciándose de las prácticas y espacios destinados tradicionalmente a la política. Este anhelo de ampliar el campo de la política y el comprometerse con tornar más plural el lugar donde habitan, se relaciona con la promesa de democracia. La procuración de la democracia que se muestra esquiva y que no es a lo que ahora se considera democracia.[31] Giorgetti, sostiene que hay un fuerte componente de militancia en los grupos que ha analizado.[32]      
b)      requiere otro pensamiento del acontecimiento que no impida una hospitalidad incondicional para todo aquel que atraviese las fronteras de un Estado.
c)       la democracia por venir exige un pensamiento de lo democrático más allá de la soberanía de los Estado-nación. Es necesario exceder los límites de lo soberano de cada Estado para tender a la democracia universalizable en un espacio internacional.
d)      la democracia por venir es indisociable de la justicia. La democracia por venir se inscribiría en la distinción entre derecho y justicia, estos si bien son heterogéneos, son indisociables.
e)      la democracia por venir aunque no es una idea reguladora tampoco es el anuncio de algo que esté inminentemente arribando.[33]              

Para Derrida la democracia por venir sustenta sus fuerzas en la posibilidad de la indecibilidad, en la libertad de lo no establecido. Esta libertad es amenazada y amenazadora a un mismo tiempo.
Una democracia por venir debe plantear y replantear una y otra vez el vínculo entre derecho, justicia y fuerza en al ámbito de lo trans-estatal. Derrida, en la primera parte del libro Fuerza de ley. El “fundamento místico de la autoridad”, que se titula Del derecho a la justicia, plantea la cuestión de la relación del derecho y la justicia a la que se referirá en el presente trabajo, vinculando con la apertura a lo por venir. En la deconstrucción se presenta una ausencia de regla para poder distinguir de forma tajante y segura entre lo que es el derecho y la justicia. Se dirige a la base que permite diferenciar tan nítidamente estos dos conceptos, que a entender de Derrida no se podrían diferenciar tan fácilmente.[34]
Todo derecho implica el recurso a la fuerza, de la justicia y la ley en tanto que derecho. Derrida se enfrenta al concepto de justicia proponiendo una nueva mirada sobre el mismo, alejándolo o poniéndolo en una relación particular con el derecho. La justicia del o como derecho no es justicia. La justicia no es el derecho ni la ley. La justicia sin recurrir a la fuerza no es justicia. El instante del surgimiento de la justicia, el derecho y la ley, trae consigo una fuerza realizativa, una violencia. Este instante no puede juzgarse como justo o injusto, ya que no lo precede ninguna justicia o derecho, a esto llama lo místico.[35] Surge la ley y lo hace por medio de la fuerza y tiene importancia por la autoridad que posee. Su fundamento violento está implícito, pero no se basan en algo exterior a ellas, sino que ellas son su propio fundamento. Violencia sin basamentos, pero no ilegal o injusta. “Dado que en definitiva el origen de la autoridad, la fundación o el fundamento, la posición de la ley, sólo pueden, por definición, apoyarse en ellos mis­mos, éstos constituyen en sí mismos una violencia sin fundamento.”[36] La violencia irrumpe para forjar un nuevo derecho donde no había o sobre la base del antiguo derecho que ya no encuentra más sustento, entre este derecho pasado y el que viene a fundarse se produce un espacio, un hiato, lo místico. “Es el momento en que la fundación del derecho queda suspendida en el vacío o encima del abismo, suspendida de un acto realizativo puro que no tendría que dar cuenta a nadie ni ante nadie.”[37] Allí se produce lo místico en ese (sin)sitio, donde no hay propiamente derecho anterior y aún no hay derecho fundado.
Derrida plantea la relación imposible del sujeto con la ley, ya que éste la fundaría pero como aún no es, está por venir, no puede relacionarse con ella propiamente, sino que su contacto es con la violencia. El accionar del sujeto sostendría a la ley, pero él no podría jamás estar en posesión de ella. Paradoja que requiere del sujeto que funde la ley y éste no puede alcanzarla. Sujeto pasado, fundante; ley por venir, trascendente. “La ley es trascendente y teológica, y así, siempre por venir, siempre prometida, porque es inmanente, finita, y por tanto, ya pasada.[38]
Para Derrida el derecho es por esencia deconstruible porque está fundado sobre otros derechos (la historia del derecho) y porque su último fundamento no está fundado. Esto posibilita el accionar de la deconstrucción. Pero la justicia es indeconstruible, como la deconstrucción misma. “La deconstrucción es la justicia.[39] La deconstructibilidad del derecho hace posible la deconstrucción, como así también, la indeconstructibilidad de la justicia, ya que en ese hiato es donde actúa la deconstrucción. La justicia es la experiencia de lo imposible, de la aporía y es esto justamente lo estructural de la justicia propiamente. El derecho se realiza en la correcta aplicación de una regla o norma, pero al efectuar esto se aleja de la justicia. En el derecho se calcula pero la justicia es lo incalculable. No hay regla a seguir para la justicia. La justicia se las ve con la singularidad, debe en cada caso inventar las reglas para ser justa o si no se movería dentro del derecho pero alejada de la justicia.[40] La deconstrucción se relaciona con la justicia de la siguiente manera:
a)      Una responsabilidad sin límite con la memoria para rastrear los orígenes de los conceptos de ley, justicia y derecho, los valores y presupuestos que dieron lugar a lo que se entiende hoy por esos conceptos. Esta exigencia deconstructiva es coherente con la justicia, ya que se debe abordar constantemente esta desproporción de la justicia con respecto al derecho.
En los textos que abordan la cuestión de los jóvenes, se identifica este quebrantamiento de las normas, del derecho, para poder tender hacia la justicia, en las acciones llevadas a cabo por los jóvenes que no se circunscriben a lo establecido por los adultos.
b)      La responsabilidad ante la memoria es una responsabilidad ante el concepto de responsabilidad mismo que regula la justicia.[41] 
Pero más allá de todas las diferencias que se plantean entre el derecho y la justicia, no se produce una distinción simple, sino que el derecho tiene pretensión de ejercerse en nombre de la justicia y que ésta tiene que provenir de un derecho que busca alcanzar su ejecución práctica por el uso de la fuerza.[42] Esto complejiza la cuestión, porque no se puede prescindir de uno o del otro, ya que si se prescinde del derecho se tiende a una abstracción que nada tiene que ver con la realidad, pero si se permanece en el derecho nunca se logra la justicia. La deconstrucción se situaría en el medio aporético de la justicia y el derecho.
A)     Ser justo implica ser libre y responsable de la acción que realizo, de lo contrario no habría justicia. Esta decisión “justa” debe seguir una ley o regla que le diga que está siendo justo. Pero allí se produce la paradoja ya que para ejercer esa libertad debe seguir una regla y esta es siempre del orden de lo calculable. Entonces si toda decisión debe adherirse a una ley calculada, sería legal y de acuerdo con el derecho, pero nunca sería una decisión justa. Cada caso debería tomarse como lo que son, únicos. Por lo tanto, la justicia debe reinventarse con cada caso.[43]
B)      La decisión es fundamental para que se ejerza la justicia, pero aquella no debe ser la elección de opciones previamente elaboradas, sino que deber ser una decisión que se inicie en el conocimiento, lectura, comprensión e interpretación de la regla. Toda decisión debe someterse a la prueba de lo indecidible, o de otro forma, sería la mera aplicación de una ley prefijada. Pero toda decisión llevará en sí como un fantasma lo indecidible. No se puede sostener que se es justo sin traicionar la justicia, ya que ésta incesantemente se está deconstruyendo.[44]
C)      La decisión justa debe ser tomada inmediatamente, no puede esperar una resolución indefinida. Pero debe medirse con lo por venir que nunca se realizará de forma plena. No hay horizontes a los cuales se arribará y allí se dará la justicia, sino que la justicia siempre estará por venir.[45]
La participación en acciones política, en muchos de los casos, se centra en la inmediatez de los resultados y en la posibilidad real de concretizarlos. Si bien se piensan en cambiar la realidad, no se apartan de acciones concretas.    
La justicia es posible en tanto que un acontecimiento es posible. El acontecimiento excede todo cálculo, regla, ley, derecho, norma. Pero este exceder de la justicia en el por venir no debe llevar a la abstención de participación en los debates jurídicos que se plantea en un Estado. El acontecimiento es im-posible, que no es solamente lo contrario a lo posible, sino que es condición de posibilidad de éste. “Un im-posible que es la experiencia misma de lo posible[46]
Los jóvenes, como lo plantea Galetto, en el descreimiento de las instituciones y de las prácticas de los políticos, proponen nuevas formas de construir una democracia, por diferenciación a las formas que los adultos la realizan.[47] Así, se puede apreciar la vinculación con la exigencia de democratizar constantemente.
Una de las características que sobresale en los textos trabajados sobre juventud, es la de transformadora y la misma se puede asociar a la democracia por venir que siempre demanda un constante replanteo que transforme la realidad para tornar cada vez más democrática a la democracia. 

Los aportes de las teorías de sobre lo política de Mouffe, permite ampliar el campo para poder ver en toda su magnitud la injerencia de los jóvenes en cuestiones políticas. Los aportes brindados por el psicoanálisis, posibilitan la comprensión de la búsqueda constante de identificación, como inherente a los jóvenes y no como un rasgo negativo de los mismos. La concepción de la democracia de Derrida, proporciona la apertura a lo por venir, al replanteo continuo, propio de los jóvenes, para democratizar la democracia.      



[1] MOUFFE, Chantal. En torno a lo político. Trad. Soledad Laclau, Buenos Aires, F.C.E., 2007. p. 16
[2] Cfr. BOROBIA, Raquel; KROPFF, Laura y NUÑEZ, Pedro. “Introducción”. En: Juventud y participación política. Más allá de la sorpresa. Borobia, Raquel; Kropff, Laura y Nuñez, Pedro (Comps.) Buenos Aires, Noveduc Libros, 2013. pp. 13-14  
[3] Cfr. WOLANSKI, Sandra. “Relaciones entre edad y política en el ámbito laboral. Jóvenes “innovadores” y “viejos” ex ENTEL”. En: Ibíd. pp. 119-136
[4] Cfr. Ibíd. pp. 41-44. También Cfr. ROSSI, Federico M. La participación de las juventudes hoy. Buenos Aires, Prometeo, 2009. p. 14/28
[5] Cfr. DERRIDA, Jacques y ROUDINESCO, Élisabeth. Y mañana, qué… Buenos Aires, F.C.E., 2003. p.161
[6] Cfr. DERRIDA, Jacques. Fuerza de ley. El “fundamento místico de la autoridad”. Madrid, Tecnos, 2008
[7] Cfr. DERRIDA, Jacques. Notas sobre desconstrucción y pragmatismo. En: “Desconstrucción y pragmatismo”. Buenos Aires, Paidós, 1998. pp. 164-169
[8] FIRPO, Stella Maris. La construcción subjetiva y social de los adolescentes. Buenos Aires, Letra Viva, 2013. pp. 99-101
[9] Ibíd. p. 168
[10] Slavoj Žižek critica la perspectiva agonista de Mouffe, ya que sostiene que el paso de lo antagónico a lo agonístico, nunca se produciría de una forma plena, quedando siempre un “resto indivisible” que es sostenido por los que no comparten una base común con aquellos que aceptaron el pacto del modelo agonístico. Por lo tanto, mantiene que la “clave” es la delimitación del campo entre los adversarios legítimos de los enemigos ilegítimos. Žižek adhiere a una politización de la ética para acortar la distancia entre ambas, y no a la separación imposible, que busca realizar Mouffe. A su entender Mouffe realiza consideraciones ético/legal para excluir al enemigo. Cfr. ŽIŽEK, Slavoj. A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío. Buenos Aires, Parusía, 2004. pp. 96-97  
[11] Cfr. MOUFFE, Chantal. En torno a lo político. Óp. Cit. p. 27 También de la misma autora Cfr. La paradoja democrática. Barcelona, Gedisa, 2003. Cap. 4, pp. 93-118
[12] MOUFFE, Chantal. La paradoja democrática. Óp. Cit. p. 116
[13] Cfr. DERRIDA, Jacques. La desconstrucción en las fronteras de la filosofía. Barcelona, Paidós, 1989. pp. 77-78
[14] Cfr. Ibíd. pp. 118-120
[15] Cfr. DERRIDA, Jacques. Glas. Paris, Galilée, 1974.
[16] Cfr. MARX, Karl. El 18 de brumario de Luis Bonaparte. Madrid, Alianza, 2003. Capítulo V.
[17] Cfr. LACAN, Jacques. El Seminario III. Las Psicosis. Buenos Aires, Paidós, 2010. pp. 333-352
[18] Cfr. FREUD, Sigmund. Psicología de las masas y análisis del yo. Buenos Aires, Amorrortu, 2004. También Cfr. LACLAU, Ernesto. La razón populista. Buenos Aires, FCE, 2008. pp. 75-88
[19] Cfr. ŽIŽEK, Slavoj. Porque no saben lo que hacen. El goce como un factor político. Buenos Aires, Paidós, 2006. p. 133
[20] Cfr. POLISZUK, Sandra. Búsquedas identitarias juveniles en torno a la política. En: Juventud y participación política. Más allá de la sorpresa. Óp. Cit. pp. 51/58
[21] Cfr. ROSSI, Federico M. La participación de las juventudes hoy. Óp. Cit. p. 14/29-30
[22] FIRPO, Stella Maris. La construcción subjetiva y social de los adolescentes. Óp. Cit. pp. 31-36
[23] Cfr. POLISZUK, Sandra. Búsquedas identitarias juveniles en torno a la política. Óp. Cit. p. 59
[24] Cfr. ROSSI, Federico M. La participación de las juventudes hoy. Óp. Cit. p. 35
[25] STAVRAKAKIS, Yannis. Lacan y lo político. Buenos Aires, Prometeo, 2007. pp. 35-37
[26] Cfr. POLISZUK, Sandra. Búsquedas identitarias juveniles en torno a la política. Óp. Cit. p. 48
[27] STAVRAKAKIS, Yannis. Lacan y lo político. Óp. Cit. p. 55
[28] Cfr. DERRIDA, Jacques. Canallas. Dos ensayos sobre la razón. Madrid, Trotta, 2005. pp. 103-107
[29] Ibíd. p. 108
[30] Cfr. Los tres puntos en Ibíd. pp. 107-110
[31] Cfr. BERETTA, Diego y otros. “Espacios y formas de participación: Las organizaciones juveniles”. En: Juventud y participación política. Más allá de la sorpresa. Óp. Cit. pp. 25-44
[32] Cfr. Ibíd. p. 108/112
[33] Cfr. DERRIDA, Jacques. Canallas. Dos ensayos sobre la razón. Óp. Cit. pp. 110-115
[34] Cfr. DERRIDA, Jacques. Fuerza de ley. El “fundamento místico de la autoridad”. Óp. Cit. pp. 12-13
[35] Cfr. Ibíd. pp. 32-33
[36] Ibíd. p. 34
[37] Ibíd. pp. 92-93
[38] Ibíd. p. 94
[39] Ibíd. p. 35
[40] Cfr. Ibíd. p. 38-40
[41] Cfr. Ibíd. pp. 45-48
[42] Cfr. Ibíd. p. 51
[43] Cfr. Ibíd. pp. 52-54 
[44] Cfr. Ibíd. pp. 54-60
[45] Cfr. Ibíd. pp. 60-64
[46] DERRIDA, Jacques. Decir el acontecimiento, ¿es posible? Madrid, Arena Libros, 2006. p. 98
[47] Cfr. GALETTO, Silvina. “Identidades juvenil y uso del espacio público”. En: Juventud y participación política. Más allá de la sorpresa. Óp. Cit. p. 87

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