Enfoques
en los estudios sobre juventud(es)
1.
La juventud como objeto epistemológico complejo y
esquivo
Producto de algunas
transformaciones que afectan a las sociedades capitalistas contemporáneas[1] en las
últimas décadas se generó un creciente interés por los “jóvenes” como objeto de
estudio desde diferentes disciplinas científicas.
La juventud,
no obstante, parece configurarse como un objeto epistemológico esquivo y con un importante grado de complejidad. En
los estudios consultados se
reconoce aparece como un concepto polisémico y con interpretaciones que en muchas ocasiones son contradictorias. Así, por ejemplo Serrano Pascual (1995) señala que
la juventud puede ser aprehendida como
un
estado o estatus (como
una posición en la estructura social cuyo criterio de adscripción es la edad),
como un estadío (estado
incompleto[2]),
como generación o
bien como construcción social (resultado de prácticas discursivas que definen lo real).[3]
Cada uno de
estos modos de aproximarse a la temática juvenil tiende a construir un
campo de análisis en disputa, ya que implican diferentes miradas comprensivas
sobre el modo en que se definen a los jóvenes, los problemas que los afectan
y, a su vez, diferentes posicionamientos en el momento del diseño de las
políticas públicas destinadas a este sector social.
Serrano
Pascual (op.cit) sostiene también que esta pluralidad de definiciones no hace
otra cosa que mostrar la necesidad de revisar la forma en que se construye socialmente a este grupo social y la
manera en que dicho concepto es interpretado por los distintos agentes sociales
(ya que en que muchas disciplinas y tradiciones teóricas se ha identificado a
la juventud como una totalidad coherente, sin embargo, el objeto analítico no
puede darse por supuesto).
Los distintos
modos en los que esta categoría (juventud) se aprehende revelan presupuestos normativos sobre el tipo
de comportamientos esperables y deseables y suponen, en palabras de Klaudio
Duarte Quapper (2000), “trampas para
comprender y auto-comprenderse en el mundo juvenil”. Se trata de
racionalidades que configuran una matriz
que el autor denomina adulto-centrismo[4],
en tanto sitúa lo adulto como punto de referencia para el mundo juvenil, en
función del deber ser, de lo que debe hacerse para ser considerado en la
sociedad (madurez, responsabilidad, integración al mercado de consumo y de
producción, reproducción de la familia, participación cívica, etc.).
También Alvarado
y otros (2009) resaltan la esencia problemática y compleja del concepto
juventud y, por lo mismo, su necesario abordaje desde una perspectiva
transdisciplinaria que permita delimitar las especificidades de lo juvenil (y
la comprensión de sus mundos de vida) que trascienda a las miradas panópticas
como únicas formas de abordaje[5].
Actualmente en el campo de las
Ciencias Sociales existe consenso en que ya no resulta
provechoso hablar de “la juventud”, en singular, como una categoría homogénea,
definida sólo a partir de distinciones etarias. La concepción más tradicional del término
(aquella que define a la juventud como una
fase entre dos etapas, como un tiempo de preparación para el desempeño
de roles predeterminados[6])
resulta también limitada ya que la noción misma de juventud es social e
históricamente variable. Hay muchas maneras de “ser joven” en las diferentes
sociedades y, a su vez, estas se modifican en el tiempo producto de los cambios
sociales. Los estratos sociales de pertenencia, la educación, el trabajo, el
género, la etnia, la religión, el lugar de residencia (urbano/rural), la
cultura, son algunas variables que ayudan a deconstruir la idea de la juventud
como un concepto universal y reconocer la diversidad de prácticas, significados
así como los proyectos diferenciados de los jóvenes.
Asimismo, la complejidad del
concepto juventud(es) supone reconocer, además de su carácter contextual
(espacial e históricamente situado) y heterogéneo (desigual y diverso), su
aspecto relacional ya que “lo juvenil” se construye a partir de conflictos y
consensos entre las hetero-representaciones[7]
y las auto-percepciones de los mismos jóvenes (Chaves, 2010)
Desde esta perspectiva
integral podemos comprender, entonces, que los factores explicativos de
aquellas cuestiones que se configuran como “problemáticas” en los jóvenes no
deben ser analizadas sólo al interior del período juvenil si no, además, revisando
las condiciones del contexto que se transforman, interpelan e imponen nuevas
demandas para este colectivo.
Quizá quien mejor explicó esta
idea es Pierre Bourdieu (1990), quien sostuvo que la juventud es una creación social y que los jóvenes no siempre fueron tratados como
actores sociales. La juventud emerge como un grupo de agentes posibles de
analizar con la modernidad: en el momento en que la mayoría tiene acceso a la
enseñanza y se enmarca de esta forma en un proceso de “moratoria de
responsabilidades” que en épocas anteriores no se daba. En consecuencia, la
juventud pasa a ser objeto de investigación y de discusión cuando los
mecanismos de tránsito etario no coinciden con los de integración social,
cuando aparecen comportamientos definidos como disruptivos, porque los canales
de tránsito de la educación al empleo, o de la dependencia a la autonomía, o de
la transmisión a la introyección de valores, se vuelven problemáticos. Es,
justamente, a partir de determinadas cuestiones que fueron «problematizándose»
socialmente cuando, desde los Estados, también comienzan a generarse acciones
dirigidas a este sector de la población hasta derivar en un campo de
especialización específica dentro de las políticas públicas que hoy se conocen
como políticas de juventud ( Balardini,1999)
2)
Síntesis de algunos enfoques o paradigmas sobre la Juventud
Seguidamente presentamos una
síntesis de algunos enfoques o paradigmas reconocidos en el campo de la sociología
de la juventud. En
los siguientes párrafos seguimos, básicamente, la descripción de enfoques
propuesta por el equipo de Joaquim Casal y completamos la misma con algunas
reflexiones realizadas por Acevedo (2011), Alvarado (op. cit) y Serrano Pascual
(op. cit).
Casal
y otros (2006) [8] sostienen que en el
campo de sociología de la juventud los aportes realizados desde diferentes disciplinas
- de forma explícita o implícita- pueden resumirse en tres enfoques (o
paradigmas): el ciclo vital o la juventud como etapa de la vida; las generaciones en conflicto y,
finalmente, la juventud como tramo
biográfico de jóvenes en transición. En su planteamiento estos
autores aclaran que se trata de una consideración de paradigmas que no es clasificatoria y sólo pretende diferenciar el enfoque
biográfico de itinerarios y transiciones ( enfoque al que ellos adhieren) y
subrayar la potencialidad del mismo para la interpretación y comprensión de
tendencias sociales emergentes sobre juventud tanto en países o zonas centrales
del capitalismo informacional como en zonas periféricas y de exclusión,
resultante de los procesos de globalización en lo económico y lo
cultural.
a) Primer
enfoque: la juventud como ciclo vital o etapa de la vida (perspectiva
integracionista basada en planteamientos de corte funcionalista)
Este
enfoque se vincula con los primeros pasos de la sociología y sus puntos de
contacto con la psicología evolutiva. Básicamente la sociología del ciclo vital
propone la existencia de cuatro grandes etapas (infancia, juventud, vida adulta
y vejez) y dentro de cada ciclo algunas subdivisiones para atender a la
diversidad de situaciones (la primera y segunda infancia, la adolescencia y los
jóvenes/adultos, el estadio de matrimonio, la crianza y los roles parentales,
los nidos vacíos, la jubilación y la decrepitud o cuarta edad).
Las
hipótesis de los estadios de la persona (con vínculos en la psicología
evolutiva) y la del ciclo de reproducción familiar (arraigadas en la sociología
de la familia) han sido los principales referentes de este enfoque[9].
Desde esta perspectiva la adolescencia y juventud son consideradas como una etapa más de la vida (más o menos
larga, más o menos diferenciada, más o menos conflictiva) basada en criterios de superación de ciclo:
abandonar determinadas pautas más propias del ciclo anterior (la infancia, en
este caso) en favor de la adquisición de pautas más propias de la vida adulta
(trabajo, familia propia y reconocimiento social). Se reconoce que muchas
veces, además, los cambios de ciclo irían acompañados de certificación social o
ritos de paso, aspectos que han llamado mucho la atención de la antropología cultural.
Este enfoque tuvo un particular interés en interpretar las especificidades
del rol de joven y la relación entre padres e hijos, en un contexto social de
modernidad, de industrialismo y urbanismo. El análisis sociológico, pone
especial atención en las distancias entre los logros psico-físicos en la
pubertad y el retraso en asunción de responsabilidades sociales plenas. El
desajuste de logros y responsabilidades en el tiempo sería la razón de fondo de
los descontentos y tensiones de los jóvenes, y la relación entre adultos y
jóvenes sería de malestar, de crisis paterno-filial, o crisis generacional
propiamente dicha.
Como lo adelantamos al inicio, la principal crítica realizada a este
enfoque es que esta se construyó a partir de una mirada adultocéntrica. La juventud aquí es pensada como un tiempo vacío o de espera solo evaluable positivamente en función
de la asunción de roles propiamente de adulto (llegar a una profesión, oficio o
trabajo de continuidad, conseguir una pareja estable, ahorrar para acceder a
una vivienda propia, asistir a las celebraciones o fiestas familiares). La consecución
del estado adulto aparece muchas veces como una meta normativa y un deber moral.
Otra crítica es que la definición de la juventud, desde este enfoque, toma
como principal referencia a la edad como
dato biológico sin realizar distinciones ni caracterizaciones de ningún tipo
y, por lo mismo tiende a homogeneizar al conjunto de sujetos que tienen una edad, en un
determinado rango.
En este enfoque se ve, además, un marcado carácter negativo en favor de los
roles y estatus de adultez: los jóvenes
son pensados desde la indeterminación (a partir de lo que “no son”, de las
carencias, de lo que les falta, de “lo que no pueden”) y la moratoria en la toma de roles.
La negatividad, expresada así, puede tener dos concreciones bien como acusación
(los jóvenes son vistos como problemáticos) bien como exculpación (como
víctimas). En ambos casos, sin embargo, se considera que el mundo de los
jóvenes es extraño al mundo de los adultos: poco comprensible, poco entendedor,
poco justificable; desconocido, y respaldan la idea de que los jóvenes forman
generaciones en tensión con los adultos, por eso mismo en paralelo emerge la
segunda perspectiva.
b) Segundo
enfoque: la juventud como generación en conflicto (perspectiva generacionalista basada en planteamientos
de corte conflictualista)
La segunda perspectiva sobre Juventud se
focaliza en el hecho “generacional”, sobre todo desde el conflicto entre generaciones
de jóvenes y adultos. Inicialmente proviene de los aportes de Manheim[10] pero tiene su
máximo esplendor en el análisis de la contracultura durante los sesenta. Para
esta perspectiva los jóvenes representan los valores asimilados al cambio social y el progreso, en detrimento de
los adultos y ancianos que representan los valores asimilados a la tradición y
la identidad étnica y geográfica.
Aquí se considera a la juventud como un grupo
(generación) en una fase, más que de integración en la sociedad, de negación y reconstitución de ésta bajo
unos nuevos términos .En este sentido, la juventud es observada como motor de cambio social, en una relación de
contradicción con el estadio adulto. Si la perspectiva anterior considera a
la juventud como un medio de acceso a la sociedad adulta (interiorización de
normas y objetivos sociales), esta orientación observa a lo juvenil como
contrapuesto al orden social vigente. Si la misión del sujeto en la perspectiva
anterior sería la reproducción social, en ésta se trataría del cambio social.
Por lo antes mencionado desde esta perspectiva se enfatiza el análisis de los aspectos culturales ligados al grupo
juvenil: las formas o estilos de vida de los jóvenes. Desde este abordaje
interesan especialmente indagaciones orientadas a interpretar las
construcciones simbólicas del mundo juvenil, las nuevas formas de socialidad,
los procesos de identificación e integración propiamente juveniles, entre otros
(Alvarado, op.cit). La relación entre los distintos grupos de
edades (o generaciones) es comprendida como esencialmente conflictiva, ya que
supone universos culturales en contradicción o en diferenciación.
La generación, como categoría, puede ser concebida
como una estructura transversal de la experiencia histórica, de la memoria
acumulada. Más que a una fecha de nacimiento remite al momento histórico, a la
época en que el individuo se socializa (Acevedo, 2011) Así cada generación
incorpora códigos, destrezas, lenguajes, cada época tiene su episteme (es decir
un conjunto de formas de entender e interpretar el mundo)[11].
El concepto de generación está intrínsecamente
relacionado, además, con el de subcultura, según el cual el grupo se observaría
como una forma particular de interpretar y percibir lo real como un sujeto del
cambio social. Según esta concepción, el grupo juvenil mantiene una relación de
antítesis con lo instituido. La rebeldía y la transgresión definirían, según
esta perspectiva, el modo de ser joven.
Para estos autores la descripción de las
rupturas entre generaciones es la vertiente más periodística (y romántica) de
este enfoque: “las generaciones serían los conductores de las rupturas sociales
y del cambio; tantas rupturas, tantas generaciones”. Las subculturas juveniles
constituirían es la
vertiente más extensa en los estudios sobre cambios y tensiones entre los
jóvenes, inicialmente por influjo de la antropología cultural pero después
sociológicamente arraigados a las teorías de la reproducción cultural o el
viejo enfoque de la “cultura de masas” y una cultura juvenil de confrontación.
No obstante señalan que tanto el primer
enfoque (la juventud como etapa o ciclo vital) como éste (la juventud como
generación) parten de una consideración común acerca del carácter socio-histórico
de la juventud, con tinte muy esencialista.
Al igual que en el enfoque anterior el
límite que puede tener la noción de generación, si se trabaja sólo como
categoría descriptiva y general, es el de homogeneizar un grupo social
heterogéneo invisibilizando las particularidades y los diversos modos de ser
joven.
Es en este marco general de la realidad
juvenil como construcción socio-histórica que emerge el tercer enfoque.
c) Tercer
enfoque: la juventud como tramo biográfico de transiciones.
El tercer enfoque teórico propuesto analiza
el hecho biográfico de las personas articulando algunas aportaciones del
neo-marxismo y el enfoque estructural, el interaccionismo simbólico y el
constructivismo social.
Desde el punto de vista metodológico
propone un enfoque biográfico y longitudinal que, desde el punto de vista de
sus autores, puede contribuir a una mejor comprensión de los procesos
biográficos de los jóvenes. Desde el punto de vista teórico se acerca e incluye
supuestos de las tesis de la segmentación sobre el mercado de trabajo y enraizado
con las transiciones laboral y familiar sobretodo en la perspectiva de los
itinerarios de transición y las trayectorias sociales.
La perspectiva
de la transición aparece definida como tercera vía teórica a fin de superar
algunos límites de los otros dos enfoques y, en palabras de sus autores: “…en el intento de encontrar un camino que
permita un enfoque de la juventud más sociológico, más político y también más
próximo a las elecciones racionales y las emociones de los actores...”.
El punto de partida es el actor social
como sujeto histórico y protagonista principal de la propia vida que articula
de forma paradójica y compleja la elección racional, las emociones, las
constricciones sociales y culturales y las estrategias de futuro.
Para Casal ( op. cit) el tema de los
jóvenes y la juventud no es sólo un conflicto de roles (como aparece presentado
en el primer enfoque), y tampoco un conflicto entre generaciones (tal como se
define en el segundo). La perspectiva biográfica procura integrar estos
aspectos en la concepción de itinerario y de trayectoria[12]. El enfoque de las biografías y los itinerarios procura una triangulación
a tres bandas: la sociedad como estructura, los hombres y mujeres como actores
y las generaciones como resultantes de procesos históricos de cambio. En definitiva: estructura, acción e
historia como proyecto de trabajo sociológico centrado, en este caso, en los
jóvenes y la construcción de lo social.
La juventud se entiende, desde este
enfoque, como un tramo dentro de la biografía, que va desde la emergencia de la
pubertad física hasta la adquisición de la emancipación familiar plena y desde
la salida del sistema escolar hasta la inserción laboral (posición y
enclasamiento) ; es decir, transición profesional y familiar (y la desigualdad
social en sus logros). Como nuestro contexto histórico pasa por el cambio
domiciliar respeto la familia parental o de origen (dimensión neo-local), la
juventud no es otra cosa que un proceso social de autonomía económica y
emancipación familiar plena que concluye con el acceso a un domicilio propio.
En esta concepción de juventud se adopta
algunos aspectos de la teoría de roles y que incorpora la tensión familiar
entre hijos y padres, pero que se focaliza en el proceso de adquisición,
enclasamiento y de emancipación familiar plena: un proceso social que tiene
lugar en un determinado tramo biográfico (las edades de los jóvenes)
En
la construcción que realizan los autores, hay algunos términos claves tales
como itinerario, trayectoria y
transición (en el aspecto laboral y en la emancipación).
Bibliografía:
Acevedo, M; Andrada, S y López, S (2011): La implicancia de sujetos en la
investigación y la intervención con jóvenes. En Culturas Juveniles. Disputas
entre representaciones hegemónicas y prácticas. Villa, A; Infantino, J. y
Castro, G (Comps.) Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires.
Alvarado, S; Martinez Posada, J, Muñoz Gaviría, D (2009):
Contextualización teórica al tema de las juventudes: una mirada desde las
ciencias sociales a la juventud. En Revista Latinoamericana de Ciencias
Sociales de Niñez y Juventud Nº 7. Universidad de Manizales. Colombia.
Balardini, S., Hermo S. (1999): Políticas de juventud en
América Latina: evaluación y diseño. Informe Argentina. OIJ-Flacso. Sede
Argentina.
Bourdieu,
P. (1990):
Sociología y Cultura. México: Ed.Grijalbo – Consejo Nacional para las Cultura y
las Artes.
Casal,
J., M. García, R. Merino, M. Quesada (2006): Aportaciones teóricas y metodológicas
a la sociología de la juventud desde la perspectiva de la transición, Papers
Nº 79,pp 21-48. Barcelona
Castells,
M (2001), La Era de
la Información. Economía, Sociedad y Cultura. vol. I, La Sociedad, México,
RED,Siglo XXI.
Chaves, M (2010): Jóvenes,
Territorios y complicidades. Una antropología de la juventud urbana. Buenos
Aires. Espacio Editorial.
Harvey, D (1998), La
condición de la Posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del
cambiocultural, Buenos Aires, Amorrortu editores.
Quapper Duarte, K (2000): ¿Juventud o
juventudes? Acerca de cómo mirar y remirar las juventudesde nuestro
continente”, en Revista Última Década, N0 13, Viña del Mar, CIDPA.
Margulis
y Urresti (1996):
La juventud es más que una palabra. Buenos Aires. Biblos.
Serrano Pascual, A. (1995):
Procesos paradójicos de construcción de la juventud en un contexto de crisis
del mercado de trabajo” . En REIS Nº 71-72. CIS.
[1] Nos
referimos a los grandes cambios en las dimensiones económicas, culturales y
políticas descriptas, entre otros, por Harvey (1998) y Castells (2001)
[2] La autora distingue dos
tendencias , provenientes de dos campos disciplinares diferentes, en las
investigaciones que parten de esta concepción: las de la psicología y las de la
sociología ( retomamos y ampliamos este desarrollo en otra parte del texto)
[3] Esta perspectiva (Construccionismo Social) pone un especial énfasis en
las convenciones culturales con las que se habla de juventud y la función de
éstas en la reproducción de las estructuras de poder y de control.
[4] El autor enumera al menos
cuatro “trampas” derivadas de esta forma adulto-centrista de concebir lo social
y la juventud : 1) la universalización como homogenización (“ son todos
iguales”); 2) La estigmatización que se hace del grupo social juventud y de
sus prácticas y discursos, como objetivación invisibilizadora (“son un
problema para la sociedad”); 3) La parcialización
de la complejidad social como mecanicismo reflexivo, a partir del uso de
categorías binarias ( “ se joven o adulto”); 4) la idealización de la
juventud como objetivación esencialista ( “son los salvadores del mundo”)
[5] En la contextualización
teórica del tema juventud estos autores plantean que los conceptos de adultocentrismo ( considerando como la
hegemonía de la interpretación del mundo desde la postura del sujeto
adulto/masculino/occidental) y el tiempo
de panóptico ( como alusión a la intención de las sociedades del control y
autocontrol, para poder vigilar los cursos vitales a partir de
particularización de momentos en sus vidas) permiten comprender la lógica
intervencionista del mundo adulto en la configuración de los mundos de la vida
juveniles.
[6] Nos referimos a la
perspectiva clásica o eriksoniana que desarrollamos más detenidamente en el
siguiente apartado.
[7] Elaboradas por agentes o
instituciones sociales externas a los jóvenes.
[8] Los autores que seguimos en
esta presentación conforman hace más de 20 años el GRET ( Grupo de Estudio
sobre Educación y Trabajo) y tienen como sede el Departamento de Sociología de
la Universidad Autónoma de Barcelona
[9] Gessel y
Erikson son mencionados como los principales referentes de estas ideas desde la
Psicología Evolutiva.
[10] K. Manheim fue el referente para la sociología de las generaciones que
posteriormente se ha divulgado más. M. JENSEN, La teoría de las generaciones
y el cambio social, Madrid, Espasa- Calpe, 1976.
[11] Margulis y Urresti (1996), por su parte, efectúan un aporte interesante
al señalar que si bien la juventud es una condición social tiene, a la vez, una
base material vinculada con la edad. A partir de los conceptos de “moratoria
vital” (concepto complementario al de
moratoria social) y de “memoria social incorporada”(en tanto experiencia social
vivida) incorporan el aspecto temporal y cronológico en la definición de
juventud. Ser joven, no solamente dependería de la edad como característica
biológica, ni del sector social que permite acceder de un modo diferencial a
una moratoria, sino que además habría que considerar el hecho generacional, la
circunstancia cultural que supone códigos propios de socialización, un nuevo
modo de percibir y apreciar, de ser competente en nuevos hábitos y destrezas,
elementos que distancian a los más jóvenes de generaciones más antiguas.
[12] El enfoque de la teoría de los roles ha
surgido de una raíz muy estructural; la perspectiva del conflicto generacional
ha tenido raíces en el análisis del cambio social y cultural.
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