martes, 13 de mayo de 2014

Seminarios internos - CES - Cyntia Núñez: Introducción a Ranciére. Consenso, disenso, proceso de subjetivación, igualdad, emancipación.

Cuaderno de trabajo Nº 7
Introducción a Ranciére. Consenso, disenso, proceso de subjetivación, igualdad, emancipación.
El siguiente escrito se basa en el texto: Política, policía, democracia (2006)
Se trata de una traducción y resumen del original: Aux bourds du politique. Donde se destacan los capítulos: 3º de la primera parte, 2º y 3º  de la segunda parte y una compilación de la tercer parte del original. Estos resultan los subtítulos dados al texto.
Para empezar, me parece muy oportuno retomar el prefacio elaborado especialmente para la edición del presente texto. Pues, el autor se permite aclarar el contexto en que fueron escritos los textos-artículos que dieron contenido al libro original. Esto le supone, por un lado,  contextualizar el marco en que se permitió repensar los conceptos que propone, por otro lado  ejemplificar por qué se hace preciso, justamente, repensar los conceptos y sus alcances.
El punto de partida que el autor otorga a sus análisis, concretamente, es el periodo que se abre post 1989, cuando de parte de los intelectuales, se proclama “el retorno de la política” (p.7). Alejada ella de la necesidad de pensarla en términos histórico - económicos y de lucha de clase, se redescubre la potencialidad de la democracia como herramienta de la “verdadera” política. Para entonces y aun inclusive antes, la democracia se distinguió como una forma de gobierno ideal/idealizada de la política pero también de la economía capitalista. Esto se reconoce en dos aspectos - consecuencias de la guerra fría: democracia vs totalitarismo, sistema económico soviético (y su fracaso) vs economía capitalista. La experiencia extremadamente negativa de este periodo logró que la democracia se posicione como la forma de gobierno más apropiada a una política de verdad. Sin embargo, nota Rancière, que  esta forma de gobierno se alejaba cada vez más del poder del pueblo, que en última instancia es quien la legítima. 
En estos términos, la democracia es entendida como el arte de lo posible y se la identifica con el consenso. ¿Qué es el consenso? No solo es la opción al enfrentamiento, la pacificación. Significa: “el acuerdo sobre los datos sensibles de una situación, sobre las maneras de interpretar las causas y de deducir las formas de acción posibles” (p.8). Reconoce el autor que la democracia se identificaba con una cultura de la paz civil, la cual es fundamento de los grupos de interés, en tanto expertos, que deciden sobre el resto. En estos términos, el consenso requiere de “la racionalización de la política bajo formas de arbitraje entre intereses de grupos bien definidos”.
Con el consenso, se buscó además dejar de lado a los viejos conflictos y actores conflictivos del ayer (con sus identificaciones dudosas: clase, pueblo, obreros) y sustituirlos por “una clara objetivación de los problemas de la colectividad” y con ello la identificación paso nuevamente a ser una cuestión de raza y tradición y conformar una alteridad y una violencia en relación con el otro, mas radical (ejemplo: la inmigración africana hacia Europa y las medidas políticas tomadas para evitarla).
La democracia como gobierno, reúnen entonces una tendencia natural de ejercicio de una superioridad por sobre una inferioridad basada en la capacidad experta y en “lógicas de adaptación” de los inferiores (de disciplinamiento, control, subjetivación) mediante instituciones. A esta forma de gobierno que se hace llamar política, Rancière denomina policía.
Así las cosas, para Rancière la democracia, con toda su violencia simbólica –dice- se descubre como la paradoja fundadora de la política. Y es paradoja porque la democracia no solo es una forma de gobierno, sino también la separación que permite que la política se abra cauces y exista. Esto es, la democracia como forma de gobierno busca el consenso, pero la esencia de la política es en realidad el disenso. Este no significa el conflicto de intereses, de opinión, sino el conflicto de dos mundos sensibles.
Política, identificación, subjetivación
En el prefacio Rancière  anuncia la situación en que escribió el presente titulo. Cuenta que en 1991 es invitado a participar en el debate norteamericano sobre el problema de las identidades. En oposición a los discursos vigentes que intentaban encauzar la política hacia la lucha universal contra las particularidades, el autor busca definir la política en término de las relaciones del mismo y del otro. En estos términos, define la política como la acción no de identidades construidas sino de sujetos que son siempre separaciones entre identidades.
Ya en el artículo se pregunta ¿Que es lo político? Y responde es: el encuentro de dos procesos heterogéneos. Uno de ellos, es el del gobierno. Que organiza la vida comunitaria y se establece mediante una distribución jerárquica de lugares y funciones. Proceso llamado por Rancière como Policía.
El segundo proceso es el de la igualdad: “este consiste en el juego de prácticas guiadas por la presuposición de la igualdad de cualquiera con cualquiera y de la preocupación por verificarla” (p.17) este proceso es político. Un juego de entrelazamiento que el autor prefiere denominar Emancipación y que reconoce como la política. A partir de este planteo son tres los términos principales: la policía, la política y lo político como terreno de encuentro entre los dos primeros en el tratamiento de un daño. De este modo, lo político es la escena donde la verificación de la igualdad debe tomar forma de daño y toma esta forma porque la policía no niega la igualdad, sino que la daña
Asi las cosas, la policía se presenta como la actualización de lo propio de la comunidad y transforma las reglas del gobierno en leyes naturales de la sociedad. “Pero si la política difiere de la policía no puede descansar sobre tal identificación”. Por ello es que la lógica de la emancipación es la política de un propio impropio. 
El único universal político es la igualdad, pero este  no debe ser tomado como una esencia de la humanidad y/o de la razón, ella “existe y causa efecto”, es un universal que se debe presuponer, verificar y demostrarse en cada caso.  Esta posición supone superar las dicotomías entre universal y particular, pues la igualdad como categoría universal no es el principio de la comunidad a lo que debe oponerse lo particular de cada caso.  Por ello, Ranciere la considera un operador de demostraciones y encuentra que el modo de eficacia de la universalidad en política, es la construcción, discursiva y practica de un caso, una demostración. Reconociendo que:
“cuando los grupos víctimas de una injusticia entran en el tratamiento de un daño, se refieren generalmente a la humanidad y sus derechos. Pero la universalidad no reside en conceptos invocados de este modo. Reside en el proceso argumentativo que demuestra sus consecuencias, que dice lo que resulta del hecho que el obrero es un ciudadano” (p.20).
Por lo tanto, “la universalidad política no está en hombre o en ciudadano. Está en el ¿Qué es lo que resulta de eso?, en su implementación discursiva y practica”. Tal construcción de la igualdad, para el autor, “no es la obra de una identidad en acto o la demostración de valores específicos de un grupo. Es un proceso de subjetivación”. Esto es, un proceso de desidentificación, de desclasificación.
Para ranciere el sujeto es un entre-dos (in-between), porque puede estar junto a otros -con los que forma un grupo: los proletarios, pero ser parte de otros varios nombres o identidades. Entonces, la subjetivación política es el acto de la igualdad -o el tratamiento de un daño- de gentes que están juntas. Por lo que, se refuerza la idea de que una lógica de subjetivación política es una heterologia, una lógica del otro -el nombre de una categoría víctima de un daño y que invoca sus derechos es siempre el nombre del anónimo, del cualquiera, de otro-. Ésta heterologia se base en tres principios:
1. nunca es la simple afirmación de una identidad, es siempre al mismo tiempo, negación de una identidad impuesta por la policía.
2. es una demostración, por lo que supone siempre otro a quien ella se dirige. Es constitución de un lugar común -incluso si no es un dialogo o la búsqueda de un consenso- constituye una comunidad definida por un cierto daño.
3. siempre admite una identificación imposible, una identificación con otro con el cual no puede ser identificado[1], pues el proceso de la igualdad es el de la diferencia -esta no es la manifestación de una identidad diferente o el conflicto entre dos instancias identitarias- sino es el topos de un argumento y el lugar de exposición de ese topos es un intervalo.

La causa del otro
Ranciere reconoce que hablar de la causa del otro, es por antonomasia, poner a la política en el lugar de la moral. Sin embargo, para él, es posible una inclusión política del otro que no es de la moral y tampoco su opuesto, que desmiente la oposición de la política como conservación de la comunidad y la moral como principio de un respeto del otro trascendiendo los intereses políticos.
La causa del otro como figura política es, primero una desidentificación en relación con un cierto sí. La producción de un pueblo, diferente al que ha sido contado por el Estado, que está definido por la manifestación de un daño hecho a la constitución de lo común.
Mediante la reflexión que le provoca la situación de la guerra franco-argelina, Ranciere encuentra que el tratamiento del otro se da, de parte de la policía, en términos morales. Esto significa identificar la causa del otro por afinidad a una orden caritativa, de solidaridad con otro, víctima, carenciado al que se lo debe incluir. Pero esta inclusión se da en el marco de una no inclusión. Esto se entiende a partir de lo que él considera el olvido de la diferencia de la ciudadanía consigo misma. Este olvido tiene que ver con la reducción y la disyunción entre subjetividad política y grupos. Esto se ve, por ejemplo, en la transformación de un “obrero” o un “proletario” que se separa de una identidad de grupo social en lucha y deviene una figura de ciudadanía. Y que se observa en algunos aspectos donde el consenso:
1. identifica al sujeto político “pueblo” con grupos portadores de tal interés o tal identidad, que considera al ciudadano político en el sujeto de derecho, el mismo que es asimilado al sujeto económico.
2. toma la figura del excluido, “de aquel que la perdida de bienes lo deja sin “identidad” y en “desherencia” del lazo social.
3. supone lo “humanitario” como causa que defiende los derechos del hombre como los derechos de las victimas para hacer el argumento de una política una causa del otro que se desliza hacia la moral.
En pocas palabras, la policía por medio del consenso busca incluir al otro como ciudadano dentro de una juridicidad estatal y la sumisión de una ley única, considerando al otro como víctima y abogando por su tratamiento en cuanto tal. Cuando la propuesta de Ranciere es considerar al otro en tanto igual. Un ejemplo resulta claro para entender el pasaje de una concepción del otro como carenciado a otro igual como cualquiera. Este es el ejemplo de Bosnia que en 1992 declara su independencia y despierta una guerra entre bosnios, serbios y croatas que se denomino la guerra de Bosnia Occidental.  Concretamente describe:
“Todo el esfuerzo de la lucha política sobre Bosnia fue el de desprenderse de la simple demanda de ayuda a las víctimas, de definir un interés común a partir de la oposición en la misma Bosnia sufriente, de dos ideas de comunidad, la idea de repartición equilibrada de las poblaciones y de las identidades que se inscriben todavía en la lógica policial del agresor y de la idea de comunidad sin pertenencia de quienes asumen la simple contingencia de estar ahí juntos” (p.38).

Lo inadmisible
Para la construcción de este apartado Ranciere recurre a la literatura - a pasajes literarios- como a una disposición legal de la política “común”. Ambas situaciones marcan el tratamiento de una racionalidad que clasifica e intenta discernir lo que puede o no acogerse, como cuando Francia reconoce que “no puede acoger a toda la miseria del mundo”.
Con ambos ejemplos se ponen en juego la utopía consensual donde lo que se dispone es la posibilidad de una convención sobre una propiedad que declara pero inventa las propiedades objetivas de unos, tratando de distinguirla de otros -un “múltiple singular”- que no puede ser acogido, distinguido, discernible o en todo caso es inadmisible. El ejemplo por antonomasia es el inmigrante, que representa un desajuste de lo propio, de aquello que nos hace uno. Por ello la igualdad tiene un efecto sobre el cuerpo social que desconoce a quienes no comparten la misma identificación, Se comportan ellas, como identidades suspendidas que conforman multiplicidades singulares.
El papel de los autorizados (no es una palabra que haya encontrado en Ranciere) es importante en esta definición de propiedades. Es así que, para definir que un producto ES una obra de arte, se somete al juicio de observadores que instruidos por “una esencia del arte” valorizan la obra.
En el caso de las estrategias políticas, el autor analiza las leyes contra la inmigración en Francia, en el tiempo en que la frase consignada más arriba se popularizó. Para Ranciere esta frase, aun cuando no designe propiedades que definan un tipo de discriminación, sí está designando un propio que marca limites sobre que aceptar que pertenezca y que no.
Sin embargo, en la frase “Francia no puede acoger a toda la miseria del mundo” (una vez más colocando la moral por encima de la igualdad, pues acogerla sería lo correcto moralmente) no define a quienes si acoger y a quienes no acoger. Esa función le compete a la ley, la instancia de lo universal que manda sobre lo particular y que se dispone a unificar a todas aquellas propiedades atribuidas a muchos singulares multiples y universalizarlas mediante la ley. Define un objeto de esa ley y le otorga un sujeto. Como ejemplo reconoce que el sujeto, inmigrante que entra a buscar trabajo clandestinamente, se introduce legalmente -pero ilegítimamente- como conyugue de una blanca. De este modo se reúnen todos los regímenes de alteridad: inmigrante, clandestino, delincuente. Asi se define a otro que la ley identifica para luego expulsar. Devine así, un miedo sobre el múltiple, sujetos sin ley, que abundan. Mas sencillamente, se teme a la reproducción de “indeseables” (concepto mío) que mediante estrategias de resistencia burlan la ley. El caso es que se hace perceptible cuando la ley, el consenso, la policía lo puede identificar, conceptualizar, distinguir. Estos múltiples no permiten el consenso, porque no pueden ser identificados con el uno que describe una identidad común.
De este modo, Ranciere entiende que la figura del Otro que actualmente construye la política consensual es otro “vil”, pura alteridad que no designa una categoría social -porque no hay un análisis del estar juntos- sino  la definición de los sin ley, proletarios que se reproducen sin más. Esta diferenciación ayuda a entender el consenso, pues este es: la relación entre la naturaleza y la ley, en tanto, la ley se encarga de acabar con lo antinatural, con lo que no sirve a la naturaleza. Es así que el objeto del racismo “es el testigo, el “casi-otro”, el que no es lo bastante otro para valer como otra figura del mismo”.

Diez tesis sobre la política
Tesis 1
La política no es el ejercicio del poder. Es un modo de actuar específico de parte de un sujeto que depende de una racionalidad propia. Entonces, la política no es, la práctica del poder y la lucha por su posesión; como no es una teoría del poder y una búsqueda del fundamento de su legitimidad.
Ranciere reconoce las tendencias que proclaman la vuelta de una política pura que define a la polis por su bien propio pero que se choca con la realidad de la democracia  moderna como reino de las masas y de las necesidades:
“En la práctica, esta celebración de la política pura entrega en las oligarquías gubernamentales, iluminadas por expertos, la virtud del bien político (el vivir en vista de un bien en oposición de la simple vida). Es decir que la pretendida purificación  de lo político, liberada de la necesidad domestica y social, vuelve a la pura y simple reducción de lo político a lo estatal.”(p.60).
 Tesis 2
La formula aristotélica supone que la política es el mandato de los iguales y el ciudadano puede mandar y ser mandado. Ella habla de un ser que, al mismo tiempo, es agente de una acción y materia sobre la cual se ejerce dicha acción.
La lógica del arkhé supone así una superioridad determinada que se ejerce sobre una inferioridad determinada. Para que haya un sujeto de la política y por lo tanto política, debe romperse con esta lógica.
Tesis 3
La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé. En efecto, ella no supone simplemente una ruptura de la distribución “normal” de posiciones entre aquel que ejerce un poderío y aquel que lo sufre, sino una ruptura en la idea de las disposiciones que vuelven “propias” a esas posiciones.
En la formula aristotélica, el 7mo título que se reconoce es la “elección de un dios”, la suerte para designar a quien le corresponde el ejercicio del arkhé. Esta elección designa el régimen que aparece para salvarnos: la democracia. Lo que la caracteriza es la ausencia de titulo para gobernar. Es decir el régimen por el cual se elije un representante que no tiene título (no es de la aristocracia, la oligarquía, la nobleza) para mandar, es “tener parte en el hecho de mandar y ser mandado” (como aquel que puede elegir y ser elegido).
Tesis 4
La democracia, no es un régimen político, en el sentido de constitución particular entre las diferentes maneras de reunir hombres bajo una autoridad común. La democracia es la institución misma de la política, la institución de su sujeto y de su forma de relación.
Democracia es un término inventado por quienes tienen titulo para gobernar para designar al gobierno del pueblo o al poder del demos, es decir, que mandan quienes tienen como única propiedad en común no tener ningún título para gobernar. Son los que no cuentan.
Tesis 5
El pueblo (sujeto de la democracia) no es la colección de miembros de la sociedad o la clase laboriosa. Es la parte suplementaria. Son los incontados de la población. Definido por lo que no son o no poseen: titulo.-
Tesis 6
La política aparece siempre como un accidente provisorio en la historia de las formas de dominación. La política no es de ningún modo una realidad que se deduciría de las necesidades de la reunión de los hombres en comunidad. Es una excepción al orden normal, pues las comunidades se agrupan bajo el mandato de quienes tienen títulos para mandar, títulos probados por el hecho mismo de que mandan. La política aparece como desviación, una anomalía, es la que se expresa en la naturaleza de sujetos políticos que no son grupos sociales sino formas de inscripción de la cuenta de los incontados.
Es la parte de los sin parte. Que esta parte existe, es la postura misma de la política y es el objeto del litigio político. El conflicto político no opone grupos que tengan intereses diferentes, sino lógicas que cuentan de modo diferente las partes y la parte de la comunidad. Hay dos maneras de contar las partes en la sociedad. Una cuenta con las partes reales, grupos efectivos, definidos por las diferencias de nacimiento, función, lugar, intereses. Esta es la policía. La segunda parte además cuenta la parte de los sin parte, la política.

Tesis 7
La política se opone específicamente a la policía. Ésta última no es una función social si no una constitución simbólica de lo social. La esencia de la policía no es la represión, ni siquiera el control sobre el vivo. Su esencia es un reparto de lo sensible, esto es, la ley generalmente implícita que define las formas del tener parte definiendo primero los modos perceptivos en los cuales se inscriben. El reparto de lo sensible es el recorte del mundo, es lo que separa y excluye y al mismo tiempo da participación. Es una repartición que anticipa la repartición de las partes.
El litigio político es el que hace existir la política separándola de la policía que constantemente la hace desaparecer. La política es una intervención sobre lo visible y lo enunciable.
Tesis 8
El trabajo esencial de la política es la configuración de su propio espacio. La esencia de la política es la manifestación del disenso, como presencia de dos mundos en uno solo.
La policía no interpela a los sujetos en manifestación, busca que se dispersen. Entiende el espacio público solo desde su función pública (la calle es para circular). La política busca convertir ese espacio en un espacio de manifestación de un sujeto: obrero, ciudadano, etc.
La política busca recalificar los espacios que para la policía pertenecen al ámbito de lo cotidiano, lo que está separado de la vida pública. Recalificar significa hacer notar, hacer hablar convertir lo privado en público, un bien o un mal particular en común.
La esencia de la política es el disenso porque es la manifestación que deja ver lo que no tenía razones de ser visto. Por lo tanto, los socios en el disenso no están más constituidos que el objeto y la escena misma de la discusión.
Asi la política no tiene lugar propio ni sujetos naturales. Un sujeto político no es un grupo de intereses o de ideas, es el operador de un dispositivo particular de subjetivación del litigio por el cual hay política. Asi la manifestación política es siempre puntual y sus sujetos son siempre precarios.
Tesis 9
Lo propio de la filosofía política es borrar el litigio constitutivo de la política. Ya en la descripción del mundo de la política, la filosofía política efectúa ese borramiento.
Tesis 10
El fin de la política y el retorno de la política son dos maneras complementarias de anular la política por la simple relación entre un estado de lo social y un estado de lo estatal. El consenso es el nombre vulgar de esta anulación. Ambos conceptos dese la filosofía política (fin) y el de la sociología (retorno) borrar el concepto mismo de la política y su precariedad como uno de sus elementos esenciales.
El retorno de la política proclamando el fin de las usurpaciones de lo social y el retorno de la política pura, oculta el hecho de que lo social no es para nada una esfera de existencia propia sino un objeto litigioso de la política. El retorno supone un lugar propio, ese es el estatal (según estas miradas).

¿Por qué analizar la juventud desde la propuesta de Ranciere?
Considerando las metas que desde el proyecto se buscan alcanzar, la propuesta de este autor nos convoca a reflexionar en torno a los sujetos colectivos desde la noción de subjetivación política, entendiendo por ello a un proceso de desidentificación de una identidad impuesta desde el exterior y por ende,  el reconocimiento de un daño que semanifiesta en la promoción del disenso.
Las preguntan que me surgen pensando desde esta mirada son: ¿Por qué los sujetos se juntan? ¿Qué los convoca?, ¿es acaso la búsqueda por desprenderse de una identificación, un modo de ser pensados, nombrados y dirigidos? ¿Se conjuga a partir de estas grupalidades un modo distinto de pensar en los otros, que no son solo quienes son parte, sino todos a los que en la constitución de un proyecto común representan? ¿Cuáles son los tópicos que se construyen a partir de actuar juntos? ¿Cómo se entiende lo político y la política, siguen siendo construidos desde aspectos que sostengan una práctica moralizante antes que emancipadora? ¿Qué aspectos de la “policía” es decir de la política como consenso se reproducen en estas practicas?




[1] Con identificación imposible Ranciere intenta describir de qué modo se produce una identificación con el otro en el cual uno mismo no puede verse, por ejemplo, “todos somos judíos-alemanes”.

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